“Los habitantes de la República tienen derecho a ser protegidos en el goce de su trabajo”. Constitución de la República, artículo 7.
Hace un tiempo Juan se encontraba en la difícil situación de estar desocupado. En aquel momento solía escuchar su murga favorita: “La fragua fundió metales, un horno miles de aceros, pero el horno no ha doblado la esperanza del herrero, la sierra serró madero del árbol más altanero, pero no cortó su filo el sueño del carpintero”.1 En aquellos difíciles momentos, Juan mantenía la confianza en dejar de ser desocupado.
De vuelta a casa, leyó un grafiti que lo dejó cavilando: “En el capitalismo, si hay algo peor que ser explotado, es no serlo”. Mientras estuvo desocupado, sus cavilaciones giraron en torno a las explicaciones, consecuencias y políticas públicas vinculadas a la desocupación.2
Afortunadamente, ahora se encuentra ocupado. No obstante, le sigue dando vueltas en la cabeza aquel grafiti. Recordó entonces lo expresado por el príncipe Hamlet, “ser o no ser, esa es la cuestión: si es más noble para el alma soportar las flechas y pedradas de la áspera Fortuna o armarse contra un mar de adversidades”.3
Tener trabajo cambió significativamente su situación. Sin embargo, sus cavilaciones seguían presentes, aunque ahora su centro era otro: tener trabajo le daba la tranquilidad de tener un ingreso mensual seguro, al menos, mientras mantuviera el empleo. Recordó, entonces, las noticias sobre la situación de Parmalat, Paycueros, Frigorífico Casa Blanca, Calcar, Camposol, Coleme, Grupo Gloria y Yazaki, entre otras, y se imaginó sobre él, siempre amenazante, una espada de Damocles pendiente de caer, la misma que ya se había desplomado sobre 152.000 personas en marzo. No tenía pruebas, pero tampoco dudas, acerca de a quién le corresponde en este caso el papel de Dionisio.
La imagen de la espada de Damocles lo llevó a pensar en la noticia que había escuchado días atrás: “Ancap tuvo en 2024 una pérdida de 118 millones de dólares”. Eso lo llevó a reflexionar sobre si, en lugar de centrar la atención en ese resultado puntual, no se debería pensar en el futuro de la empresa; ¿acaso no pende sobre Ancap una amenazante espada de Damocles?
¿No debería estar en el banquillo de los acusados una empresa cuyo giro principal es la producción de hidrocarburos –es decir, bienes que generan emisiones de carbono–, ubicada en un país que emitió un bono indexado a indicadores de sostenibilidad y cambio climático que prevé, en caso de cumplir con las metas ambientales, beneficiarse con una reducción en la tasa de interés en un contexto de delicada situación fiscal?
A lo anterior habría que agregar la amenaza que conlleva el crecimiento continuo de la cantidad de vehículos eléctricos. Ante todo ello, Juan se preguntó si el aumento en la cantidad de vehículos eléctricos de los últimos años no supone una amenaza. En definitiva, si se redujera el principal componente de la demanda de Ancap, ¿no estará en riesgo la viabilidad económica de la empresa?
Según datos aportados por el Ministerio de Industria, Energía y Minería (MIEM), en 2024 había en el país 23.797 vehículos eléctricos, lo que implica 14,7 cada 1.000. En los últimos años, su evolución muestra un crecimiento exponencial.
La dinámica que sigue la difusión de las innovaciones ha sido largamente estudiada desde el trabajo pionero de Everett Rogers (Diffusion of Innovations, 1962). Los procesos de difusión de una nueva tecnología suelen seguir una curva en forma de S, con el siguiente patrón evolutivo: “La adopción de una tecnología comienza con un cambio lento cuando sólo los usuarios más predispuestos y motivados utilizan la nueva tecnología, seguido de una fase de cambio rápido de gran impacto en el que su uso empieza a masificarse, para acabar en una etapa final de adopción lenta en la que el producto alcanza su madurez (saturación)”.
¿Qué estará pasando en Uruguay y en el mundo con la adopción de vehículos eléctricos? ¿A qué velocidad se estará difundiendo su uso? ¿En qué parte de la S nos encontraremos? Al buscar información, Juan se encontró con dos sorpresas. La primera fue que en Uruguay el crecimiento de la participación relativa de los vehículos eléctricos en el total de vehículos muestra una evolución similar a la que se observa a nivel del planeta, pero con un desfase de dos años (gráfico).
La otra sorpresa fue la rapidez con la que viene creciendo en los últimos años la participación relativa de los vehículos eléctricos. Todo indica, cavilaba Juan, que el proceso de difusión se encuentra en la fase de aceleración. Si se mantuviera la misma tasa de crecimiento de los últimos años, se pasaría en Uruguay de los actuales 14,8 vehículos eléctricos cada 1.000 a 192,9 en 2030. Si esa tasa de crecimiento se mantuviera aun después de 2030, en pocos años más desaparecerían los vehículos a combustión.
Además, el uso de la energía eléctrica para generar movimiento no se limita, pensaba Juan, a vehículos terrestres. Leyó en la prensa que en octubre estaría operativo en Uruguay un ferri eléctrico que unirá el puerto de Colonia con el de Buenos Aires, y también escuchó de la existencia de aviones livianos propulsados con energía eléctrica. Cada vez estaba más convencido de la presencia de una espada de Damocles sobre Ancap.
En otras latitudes la espada de Damocles también está presente como consecuencia de marcos regulatorios restrictivos. En algunos países se tomó la decisión de prohibir en un futuro cercano la venta, aunque no la circulación, de autos a combustión.
No es oro todo lo que brilla
El efecto positivo en el medioambiente de la sustitución de vehículos a combustión por eléctricos depende de la forma en que sea generada la electricidad empleada para recargar sus baterías. Si esta surge de centrales eléctricas que usan combustibles fósiles, puede suceder que lo que no se va en lágrimas se vaya en suspiros. Juan buscó información al respecto y quedó esperanzado. En 2024, del total de energía eléctrica generada por UTE, solamente el 3,7% correspondió a centrales térmicas, que son las que usan combustibles fósiles; el 80,8% correspondió a generación hidráulica, el 14,9% a eólica y el restante a fotovoltaica.
Dando un paso más en sus cavilaciones, se preguntó si el incremento en la demanda de energía eléctrica que genera el aumento en la cantidad de vehículos eléctricos podrá ser abastecido con la actual infraestructura de UTE. En caso de que la respuesta fuera afirmativa, se preguntó si será posible mantener la actual estructura de generación, o si será necesario recurrir a la generación térmica en mayor medida que en el presente. Prefirió no responder y recordó que un pesimista es una persona que cuando tiene que elegir uno entre dos males, elige ambos.
Existía otro aspecto del crecimiento de la cantidad de vehículos eléctricos que le generaba inquietud. La energía eléctrica generada y distribuida por UTE tiene la particularidad de que no se puede almacenar, al menos por el momento. Esto implica que la producción debe acompañar en cada momento al consumo. Debe existir un equilibrio perfecto en todo momento entre la oferta y la demanda de energía para que la red eléctrica pueda funcionar.
Como consecuencia de esa necesidad, las empresas eléctricas enfrentan un importante desafío: contar con infraestructura suficiente para abastecer la demanda de energía en el pico, es decir, en el momento de mayor demanda. Esto implica que, en otros momentos, la capacidad de producción va a ser mayor a la necesaria, generando una capacidad ociosa que incrementa los costos de operación.
Estudios realizados muestran que el crecimiento en la cantidad de vehículos eléctricos va de la mano de un aumento de la demanda de energía eléctrica en el pico, lo que incrementaría los costos de producción y, por tanto, también el precio de la energía eléctrica.4 Una vez más, le vino a la cabeza la espada de Damocles.
La necesidad de ajuste perfecto entre oferta y demanda genera además un problema al uso de las energías renovables. Si la oferta de energía depende de la presencia de viento o sol, es de esperar que por momentos haya faltantes y sobrantes de energía eléctrica (como parece haber sucedido en el apagón de España). Una manera de optimizar la operación de la red sería poder acumular la energía renovable que resulta excesiva y no se carga a la red. Una alternativa sería emplearla en la producción de energía acumulable, como el hidrógeno verde o el nitrógeno líquido.
Sin reconversión productiva, se cuestionaba Juan, ¿no podrá el futuro de Ancap describirse como la crónica de una muerte anunciada? En ese sentido, un posible camino a recorrer por Ancap para asegurar su viabilidad es la producción de hidrógeno verde, aunque es una estrategia que no está exenta de dificultades, como evidenció la renuncia de su presidente el año pasado. En un comunicado, la empresa señaló que “en su carta de renuncia expresa tener una ‘posición diferente’ en visiones de mediano y largo plazo en la estrategia empresarial”.
Empleo generado por empresas privadas
En determinado momento, Juan se dio cuenta de que sus cavilaciones acerca del futuro de Ancap habían ido muy lejos, dejando de lado que su situación laboral estaba asociada a la suerte del sector privado. Recordó entonces algo que se dijo durante un debate electoral en 2019. En esa ocasión, un economista del Partido Colorado se dirigió a un sindicalista representante del Frente Amplio y le dijo: “Por eso te digo, Óscar, la próxima vez que veas un empresario dale un abrazo y decile muchas gracias por ser como sos. El único creador de empleo, el único fabricante de empleo es el empresario, tenemos que cuidarlo un poco”. Eso le despertó la curiosidad por saber cuánto empleo generan las empresas en nuestro país, especialmente aquellas que el panelista calificó como el único fabricante de empleo.
Según el último dato, la cantidad de personas empleadas asciende a 1.723.800, de las cuales 54,3% correspondía a empresas privadas, 17% al sector público, 24% al trabajo por cuenta propia y el resto a patrones, cooperativistas y trabajadores participando en un programa social de empleo. Es decir, el empleo generado por las empresas privadas representa algo más que la mitad del empleo total. Se puede ver el vaso medio lleno, o verlo medio vacío, pensó.
La espada de Damocles sobre el empleo del sector privado
Sobre el empleo en el sector privado, cavilaba Juan, pende más de una espada de Damocles. Identificaba, en ese sentido, la trilogía conformada por el lento crecimiento del PIB, el riesgo asociado al cambio tecnológico y las nuevas modalidades de contratación.
Crecimiento de la producción
Un dinamizador natural de la demanda de trabajo es el aumento de la producción. A partir de información del INE, un economista amigo de Juan estimó que, en los últimos años, por cada punto porcentual de crecimiento del PIB, el empleo creció 0,14 puntos porcentuales.5 Lamentablemente, esto le indicaba que no se puede esperar mucho al respecto. Pensó entonces que más vale verse sorprendido que decepcionado.
Las perspectivas de crecimiento no son nada alentadoras, según leyó en prensa: “El PIB de Uruguay registró un crecimiento del 3,1% durante 2024. La expansión observada respondió fundamentalmente al efecto rebote posterior a la desaceleración del período anterior junto con ciertos impulsos sectoriales puntuales. Las proyecciones del Cinve para el bienio 2025-2026 muestran una moderación en el ritmo de crecimiento económico. En 2025 se espera que el PIB crezca 2,4% y, de no mediar impulsos adicionales, la economía en 2026 presentaría un crecimiento esperado algo inferior, próximo al 2%”.6
Luces y sombras del cambio tecnológico
Juan tenía una manera sencilla de definir el cambio tecnológico, considerando que es lo que permite que hoy sea posible lo que ayer parecía imposible; autos que circulan sin conductor, transacciones bancarias sin entrar a un banco, pagos y cobros sin intervención humana, robots que realizan intervenciones quirúrgicas, drones que distribuyen bienes, algoritmos que toman decisiones gerenciales, que programan y que escriben guiones. Recordó entonces la huelga del Sindicato de Guionistas de Estados Unidos en 2023, dado que una de sus reivindicaciones era reducir el uso de la inteligencia artificial en la elaboración de guiones. Se puso a cavilar, entonces, acerca de lo complejo de las repercusiones del cambio técnico en el mundo del trabajo.
En la historia de la humanidad, los avances tecnológicos sustituyeron la mano de obra humana, proceso que en los últimos años se ha acrecentado rápidamente a nivel global. Este fenómeno también se observa en Uruguay, pero a menor velocidad. Lo que sucede, pensó Juan, es que el incentivo a invertir en capital que sustituya mano de obra aumenta con el valor de los salarios. Cuanto más altos son, mayor rentabilidad genera la sustitución, o sea, mayor incentivo a la inversión. Existe una ventaja en que el proceso sea lento, pensó, porque da tiempo a que las personas se reconviertan a las nuevas capacidades que requiere el mercado de trabajo. Dicen que no hay mal que por bien no venga.
En países caracterizados por salarios altos, existe una espada de Damocles que podría enlentecer el proceso de incorporación de avances tecnológicos. Así como la existencia de salarios elevados aumenta la rentabilidad de sustituirlos, incrementar el costo del capital la disminuye. Esto podría suceder si prosperara la iniciativa de poner un impuesto a los robots, que fue presentada en el Parlamento Europeo en 2017 por una eurodiputada del Partido Socialista Obrero Luxemburgués. En su informe, destaca que los robots pueden incrementar la desigualdad y señala una posible “necesidad de exigir a las empresas que informen acerca de en qué medida y proporción la robótica y la inteligencia artificial contribuyen a sus resultados económicos, a efectos de fiscalidad y del cálculo de las cotizaciones a la seguridad social.7 La propuesta generó un rechazo casi unánime, con la destacada excepción de Bill Gates, que la apoyó.
La preocupación por la desigualdad que motivó esta propuesta es compartida por la Organización Internacional del Trabajo. El año pasado, la institución expresó que se necesitan políticas integrales para que los beneficios del progreso tecnológico se repartan de forma amplia y lleguen a los trabajadores, porque de lo contrario los avances pueden agravar la desigualdad en el empleo y los ingresos. Necesitamos políticas que promuevan una distribución equitativa de los beneficios económicos, prácticas laborales justas y un crecimiento inclusivo.
Juan estaba leyendo un documento preparado para el XV Congreso del PIT-CNT8 y se detuvo en lo siguiente: “La revolución tecnológica, caracterizada por la automatización, la digitalización y el avance acelerado de las tecnologías de la información y la inteligencia artificial, agrega un campo extra de incertidumbre. Estos cambios están transformando radicalmente los sistemas productivos, las relaciones laborales y las formas de organización social. Ante ello nuestro país tiene el desafío de no perder el tren de la transformación tecnológica y a la vez proteger los derechos laborales y reconvertir laboralmente las profesiones que están amenazadas”. Veía tanto luces como sombras.
Nuevas modalidades de contratación. ¿Todo tiempo pasado fue mejor?
El mundo del trabajo está siendo afectado por cambios en la forma de contratación de la fuerza de trabajo, pensaba Juan, particularmente por la empleada por las empresas-plataformas como Pedidos Ya, Rappi, Eats, Uber, Cabify, Soy Delivery, Oxend, etcétera. En eso estaba cuando salió a recibir la cena que había encargado:
Juan: –Disculpe, la propina no es muy generosa, hasta hace poco estaba desocupado, ahora por suerte no. Si bien mi situación económica es mejor, sigue siendo precaria.
Delivery: –Lo entiendo, no se haga problema. Dicen que las comparaciones son odiosas, pero no creo que mi situación sea mejor. Estoy entre el 46% de los repartidores que trabajan por encima de las 58 horas semanales.
Juan: –Eso excede lo máximo que permite la ley.
Delivery: –Puede ser, pero es necesario para llegar a fin de mes.
Juan se despidió y se quedó pensando si el marco normativo que regula las relaciones laborales en nuestro país está a la altura de las circunstancias, y si el emergente que resulta del desarrollo de la economía de plataformas está adecuadamente contemplado. No podemos aspirar a un mundo de trabajo digno con una regulación laboral del pasado que no contemple adecuadamente las nuevas realidades, pensaba Juan.
Continuó leyendo el documento del Congreso del PIT-CNT: “Es necesario atender el caso del creciente negocio de las plataformas, donde se apuesta a diluir en apariencia la relación de dependencia, de manera de trasladar costos que debieran asumir las empresas hacia los trabajadores. El Estado debe laudar el debate en torno a la naturaleza jurídica de la relación de trabajo en el mismo sentido que lo ha hecho la jurisprudencia, reconociendo a estos trabajadores como dependientes y, por ende, regidos por la normativa laboral nacional del sector privado”. Es sabido, pensó Juan, que a río revuelto, ganancia de pescador.
Repentinamente, sus cavilaciones cambiaron de eje y se centraron en sus dificultades para vivir sin sobresaltos económicos a pesar de tener un ingreso mensual seguro. Le vino entonces a la cabeza una infinidad de preguntas: ¿la desindexación salarial mejoraría el poder adquisitivo de los trabajadores? Para lograr el mismo objetivo, ¿no podría plantearse la desindexación de los ingresos de las empresas, que son las que fijan los precios? ¿La búsqueda de reducir la inflación mediante una política monetaria contractiva favorece a los trabajadores? ¿La implementación de un IVA personalizado incrementaría el poder adquisitivo de los trabajadores? ¿No hay margen para modificar el diseño actual del IRPF para mejorar la situación de los trabajadores? ¿No deberían los futuros aumentos salariales favorecer en mayor medida a los trabajadores con salarios más bajos?
Ya era muy tarde, la jornada se le había hecho larga y al otro día tenía que madrugar. Decidió, entonces, dejar las cavilaciones en torno a estas preguntas para una nueva jornada y se fue a dormir tarareando una canción que decía: “De aquel hombre me acuerdo y no han pasado sino dos siglos desde que lo vi, no anduvo ni a caballo ni en carroza: a puro pie deshizo las distancias y no llevaba espada ni armadura, sino redes al hombro, hacha o martillo o pala, nunca apaleó a ninguno de su especie: su hazaña fue contra el agua o la tierra, contra el trigo para que hubiera pan, contra el árbol gigante para que diera leña, contra los muros para abrir las puertas, contra la arena construyendo muros y contra el mar para hacerlo parir”.9
Carlos Grau Pérez es economista, investigador del Cinve, docente universitario, máster en Economía por la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica.
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Falta y Resto, presentación 1984. ↩
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Grau Pérez, C (2023). “Cavilaciones de un desocupado 1/3. Indefensión aprendida”. la diaria. Grau Pérez, C (2023). “Cavilaciones de un desocupado 2/3. En busca de explicaciones, la navaja de Ockham”. la diaria. Grau Pérez, C (2023). “Cavilaciones de un desocupado 3/3. Buscando herramientas para enfrentar los actuales desafíos del mundo del trabajo”. la diaria. ↩
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Shakespeare, W. Hamlet, acto 3, escena primera. ↩
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Briceno-Garmendia, C, Qiao, W y Foster, V (2023). The Economics of Electric Vehicles for Passenger Transportation, World Bank Group. ↩
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La estimación de la elasticidad fue realizada en el Cinve por Rafael Mosteiro. El valor obtenido está en línea con la estimación para países de América Latina, incluidas en: Labor Market Dynamics (2020) FMI WP/20/19. ↩
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Cinve (2025). Desaceleración del crecimiento en un contexto de restricciones estructurales. ↩
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Shiller, R (2017). “¿Robotización sin imposición?”, Project Syndicate. ↩
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Aporte al XV Congreso del PIT-CNT. Informe en Mayoría de la Comisión Política del XV Congreso. Trabajadoras y Trabajadores de Cara a un Nuevo Uruguay. ↩
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Alfredo Zitarrosa, “Hoy desde aquí”. ↩